¡Ay insomnio! Nunca he sido de las que concilian el sueño fácilmente (qué maravilla quienes tiene el superpoder de cerrar los ojos y dormirse, ¡los envidio tanto!). Yo soy todo lo contrario, necesito que estén todos los factores adecuados ¡y los astros alineados! para caer: oscuridad, silencio, buena temperatura ambiente e idealmente no tener hambre ni sed…
El tema ya lo tenía más o menos controlado, porque a pesar de que me demoraba en quedarme dormida, igual lo conseguía… eso hasta que llegó el 2020 con toda su intensidad. La incertidumbre de esta pandemia, la ansiedad del confinamiento y el estar lejos de mi familia y amigos me pasaron la cuenta y su primera manifestación fue a través de mis inútiles esfuerzos por dormir.
Las que han sufrido insomnio me entenderán, ¡es lo peor!
Estás acostada deseando con todo tu ser descansar al fin, pero tu mente no para y mientras más avanza el tiempo y revisas el reloj con desesperación, más te angustias y menos duermes.
Primero ataqué por la vía ‘fácil’, con antialérgicos con clorfenamina que siempre me han dado un poco de sueño. Pero luego de unas semanas dejaron de hacer efecto y volví al inicio… además entendí que no podía volverme dependiente de un remedio para conseguir algo tan natural como dormir.
Hasta que un día, deambulando por Instagram en medio de mi desvelo, di con la cuenta de una profe de yoga que hacia meditaciones guiadas (@_encalma). Como no tenía nada que perder y sí mucho tiempo de sobra mirando el techo, me puse los audífonos y sintiéndome un poco ridícula me aventuré a mi primera meditación.
Siempre me he definido como una persona pésima para el yoga o la meditación porque soy muy inquieta y me aburro muy rápido, pero para mi sorpresa, tan mala no era. Pude seguir esa primera meditación (era cortita) con calma y conectando realmente con lo que decía la profe, mi mente logró bajar las revoluciones y si bien no me quedé dormida al instante, porque tampoco es magia, sí noté un cambio en mi disposición para descansar. Además al tener una guía, es perfecta para principiantes que no tenemos idea por donde partir.
Desde entonces antes de dormir me doy un ratito para hacer una meditación breve y bajar mi frecuencia armónicamente antes de forzar a mi cuerpo a apagarse de un momento a otro. Además es un momento que disfruto mucho, un regalo solo para mi. Debo reconocer que las meditaciones guiadas se han convertido en un must de mi rutina del sueño y en la puerta de entrada hacia una práctica increíble que por años miré con escepticismo. ¡Anímense a probarlo ustedes también!
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