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#conchispeza: Mi inesperado primer maratón

No tenía planeado correr mi primer maratón este año, siempre dije “42 a los 40”, pero por alguna razón, crucé la meta este 7 de octubre, diez años antes de lo previsto.

Mi llegada a mi primer maratón, el Maratón de Viña del Mar, no fue como la de cualquier corredor que se inscribe y se prepara. Yo fui como un futbolista que es nominado a la selección, pero a la banca. Comparto la emoción de los cabros, pero sin la presión del titular.

Decidí ‘acompañar’ a mis partners en sus entrenamientos camino a sus respectivas maratones, Buenos Aires y Chicago. Yo haría la pega, pero sin ser titular. Así pasamos los largos de 24, 25 y 28 y, de repente, el de 32. Fue ahí cuando ‘el profe’ levantó la mano. “¿Por qué estás corriendo tanto?”, las palabras ‘maratón’ y ‘quizás’ aparecían por primera vez.

Ya había hecho todo el entrenamiento para un primer maratón, largos y pistas incluidas. El coach me había ‘pasado de curso’, y en más de algún ‘troteyuno’, se había discutido mi salida a la cancha. Todo indicaba que era el momento.

Cuando ‘el profe’ levanta la mano, no se puede ir al baño, hay que salir. Me inscribí en la maratón con más miedo que emoción, un mes antes. Muy pocas personas sabían, y por miedo a invocar una lesión, preferí mantenerlo bajo perfil.

Hasta la noche antes buscaba excusas para no correrla, sentía que todo el resto creía más en mí que yo misma. Pero tenía mi carta bajo la manga, “Carta de un maratoniano veterano a uno novato”, no hay mejor receta para bajar nervio que ese consejo (Gracias Pacha).

Llegó el día, dejé la banca y me paré en la salida, tenía miedo. Solo pensaba: Hott, tú tranquila, comiste bien, dormiste, no te apures en los primeros 21, guarda pierna para el segundo tiempo.

Salí a la cancha, mantuve un ritmo constante la primera mitad. Y si me preguntan en qué pensé, podría hacerles una columna completa. Desde gente mal vestida, al señor que respira raro, en el Mago Valdivia, obvio, en qué estaría mi sobrino, acordarme de comprar confort, lo que me comería después, incluso, pensé en cómo decirle a Dani Paz que había visto el primer capítulo de Èlite en Netflix sin esperar que volviera.

Media maratón, y todavía me quedaba la otra mitad. Era como empezar todo de nuevo, y los enanos aparecieron. Es fácil parar, decían, pero ahí es cuando digo que funcionan de una forma misteriosa, otro grupo de enanos se mantuvo firme en el ‘Si dijiste 42, son 42’. Quizás también ahí me sale algo de herencia alemana.

En el kilómetro 24 me esperaba mi barra de aguante que acompañó lo que pudo (las amo más que antes, fueron clave). 25, 26, 27, 28, sentía que los kilómetros pasaban a uno por hora. Llegar al 30K fue como el final del primer tiempo y la duda de si vas a entrar al segundo.

‘Pero si solo quedan 10’, decían. Diez kilómetros que sonaban a 100. A  estas alturas se me revolvía el estómago, pensar en tomar agua o comer algo me daban ganas de vomitar y decidí no hacerlo más. Y todo lo que me decían me parecía una reverenda estupidez, lo siento.

32, 33, 34, 35, 36, cuando vi el 37 logré entender recién lo que estaba haciendo. Se acercaba el final. No sé cuántas veces he cruzado una meta, pero terminar una maratón no se parece en lo absoluto.

38, 39, 40…ahora sí, veo la meta. Las piernas reaccionaron, despertaron. 41 y 42, este último, mi kilómetro más rápido y las emociones van a mil. Fin.  ¿Tiempo? 3 horas, 52 minutos.

‘Si no se te cae una lágrima, es que no eres humana’, me dijo un amigo. Y es imposible que no caigan. Terminar una maratón es una de las sensaciones más increíbles que se puede llegar a sentir. Ni si quiera me voy a molestar en describirlo porque merecen sentirlo ustedes mismos.

Pero es suficiente decirles que se van a sentir tan orgullosos de ustedes, que ese día todo lo demás vale hongo. Literal. Bueno, también hay algo de sudor, delirio, la cadera puede que esté algo resentida también, pero orgullo es la palabra. Y todo lo que te dijeron sobre correr la primera maratón, ha quedado automáticamente en el olvido.

Aquí lo único importante es que lo has hecho por ti.

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por

Periodista, peatona, runner AM y a veces PM. No tengo pedigrí de atleta, corro porque me gusta.

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